Ayer, ayer la lloré...
Por fin pude desaugarme y pude sacar todas las lagrimas que ya no podia contener.
Quise ser fuerte para que ella, que es la que más que nadie te va a extrañar, pudiera apoyarse en mi y no tuviera que ver lo triste que yo también estaba y hacer todo aún más pesado.
Pero ayer ya no pude, todo se vino encima y me di cuenta de que ya no voy a poder ir los sabados a tomar el desayuno con usted y ver esa cara de ojos achinados al sonreir; escucharla parlotear y regañar a mi mamá; tratar de desifrar que estararía diciendo cuando sonaba el teléfono y se ponia a conversar en su amado catalán; sentarnos junto a la ventana mirando su pequeño jardin en el balcón, que aunque se quejara que era fastidioso tener que cuidar de las plantitas, todos los días con los baldecitos de agua, se que era como otro de los hermosos cuadros que colgaban de su pared y de los cuales se sentia orgullosa, al igual que su jardin; charlar acerca de mi colegio o de libros o de su vida mientras tejia frente mio; observar todo a mi alrededor, a su alrededor, como todo encajaba a la perfección con udsted; admirar como se arreglaba para a la tarde ir a tomar su cafe a la esquina; escucharla recitar esos versos con tanta gracia; escucharla maldecir cucarachas y palomas...
Son tantas cosas...
Lloré también cuando me di cuenta que no voy a poder mostrarle el boletin y diploma cuando haya terminado mis estudios, siempre, sus felicitaciones fueron unas de las más esperadas para mi.
Fue y es una de mis abuelas, las que no serán de sangre, pero igual así se sienten y se quieren así. Doy gracias de poder haberla conocido y aprender tantas cosas gracias a usted. Y si cierro los ojos, todavía puedo sentir sus abrazos.


Eso habra sido hace dos o tres días, ahora por más de que la falta aún se sienta, y por más de todo lo que tuve que escuchar sobre gente que no podia dejar su memoria en paz, se que esta bien, se que ahora esta en paz. Sólo necesito recordarla con los mejores momentos y se que siempre va a estar con nosotros.